Grandes Relatos Eurosport: Las luces sombrías del deporte tras el Muro de Berlín

Fue uno de los mayores puntos de inflexión del siglo XX. El 9 de noviembre de 1989, los ojos del mundo asistieron a la caída del Muro de Berlín. No sólo cayó el elemento físico que separaba a los berlineses en dos formas antagónicas de entender la política, la economía y la sociedad, sino que fue el desencadenante del derrumbe del imperio soviético y la Guerra Fría.

Grandes Relatos Eurosport: Muro de Berlín

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De las consecuencias políticas y sociales de aquel hito histórico se ha hablado y escrito largo y tendido durante estas tres décadas, pero un puntal de la República Democrática Alemana (RDA) hasta aquel momento había sido el deporte, un arma de soft power convenientemente utilizada por el gobierno para reforzar la identidad propia como alemanes orientales y aumentar así su prestigio internacional.
La presencia indiscutible de Alemania Oriental como superpotencia deportiva, no obstante, no fue inmediata después de la II Guerra Mundial. La RDA fue fundada en 1949, pero no formó parte de los JJ. OO. de Helsinki’52 al rechazar el COI el reconocimiento del comité olímpico nacional que acababan de crear. Para competir en la capital finlandesa, Alemania Oriental tendría que haber aceptado un rol de sumisión respecto a la República Federal Alemana (RFA), por lo que fueron únicamente los deportistas de la parte occidental del país quienes representaron a la totalidad de Alemania en aquella cita.
En 1955 el COI dio finalmente luz verde al comité olímpico de la RDA, pero obligando a que Alemania compitiera bajo una única bandera en los Juegos. El músculo deportivo de la RDA aún estaba en posición de desventaja respecto al del bloque occidental, lo que llevó a los representantes de ambos comités a acordar unos términos para competir juntos. En los JJ. OO. de 1956 Alemania desfiló con una bandera negra, roja y dorada en la que se incluyeron los anillos olímpicos para evitar confrontaciones políticas y los deportistas que lograron el oro escucharon el Himno a la Alegría de Beethoven como himno ad hoc. Alemania Oriental aportó 18 de 76 atletas en los Juegos de Invierno celebrados en Cortina d’Ampezzo, mientras que en Melbourne -también en 1956- la proporción fue de 37 deportistas de la RDA por 138 de la RFA.
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Alemania 1956

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Ese año sirvió como punto de inflexión para que Alemania Oriental empezara a potenciar su deporte por separado respecto a la RFA y aparcara la intención de usar el deporte como vía de infiltración en el bloque occidental para difundir la ideología comunista. El COI no permitió la separación de los dos comités olímpicos coexistentes hasta los Juegos de 1968, pero para entonces la RDA ya había puesto en marcha su maquinaria deportiva, recortando la brecha en Roma'60. En Italia, la proporción de deportistas fue de 189-142 favorable aún a la RFA, pero fue precisamente la construcción del Muro de Berlín en 1961 la que confirmó el sorpasso del bloque comunista.
El COI seguía resistiéndose a dividir Alemania en dos de cara a los Juegos de 1964, aunque Berlín ya estaba claramente diferenciada en dos mundos opuestos por el hormigón del Muro. Los Juegos Olímpicos de Innsbruck (invierno) y Tokio (verano) fueron los últimos en los que los alemanes desfilaron ante la bandera común con los anillos olímpicos, y los primeros en los que la representación del Este fue superior (194-182). En 1968, ya separadas las dos Alemanias aunque con la misma bandera olímpica, se produjo un empate a 25 medallas entre ambas Alemanias en Ciudad de México, pero el gran salto adelante se produjo en Múnich en 1972. La RDA ya había puesto en funcionamiento su sistema de escuelas deportivas, centros de alto rendimiento en los que se forjaron medallas a un ritmo infernal que llevó al establecimiento de una nueva superpotencia deportiva en el mundo, con el Instituto Alemán de Cultura Física en Leipzig como ariete de un proyecto tan ambicioso como cuestionable desde el punto de vista ético.
La relación entre política y deporte fue desde la década de los 60 mucho más estrecha en Alemania Oriental que en la RFA, y fue el instrumento predilecto para conseguir una mayor legitimidad política a ojos del mundo. De hecho, muchos entrenadores y responsables de los institutos deportivos alemanes orientales ejercieron como embajadores de facto, desempeñando su labor como formadores en países latinoamericanos y asiáticos que querían adquirir parte de la pócima secreta que había llevado a la RDA a marcar la pauta en el mundo.
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Alemania 1968

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Alemania Oriental había encontrado su mejor escaparate ante el mundo, y su ambición quedó reflejada en las palabras de Alfred Heil, vicepresidente de la Unión de Deportes y Gimnasia Alemana, en 1961: “¿Qué deportes ofrecen las mejores condiciones y posibilidades de medalla? Obviamente, deportes como la lucha libre, canoa, halterofilia, etc. (…). En hockey hierba, por poner un ejemplo, sólo se cuenta una medalla a pesar de que este deporte demanda un gran gasto en términos de terrenos de juego, partidos de liga y otros factores. ¿Qué debería promover uno en interés del éxito general de la RDA? La respuesta es obvia, concentrarse en los deportes que ofrecen medallas”. Esto explica la poca repercusión que tuvieron deportes colectivos como el baloncesto o el hockey hierba que Heil usó como ejemplo. El atletismo, con 109 medallas, fue la punta de lanza del sistema de Alemania Oriental, con la natación y el remo por detrás. En los Juegos de Invierno, las especialidades del bloque comunista alemán fueron el luge y el patinaje de velocidad.
La propaganda de la RDA no dudaba en presumir de los exitosos deportistas fruto de sus institutos deportivos como héroes de la patria. Un país de 16 millones de personas se había convertido en pocos años en un contendiente capaz de mirar de tú a tú a las superpotencias deportivas de la época, EE. UU. y la Unión Soviética, sin sonrojarse en absoluto. Tuvo que ser años después, tras la caída del Muro, cuando se cayó el velo que ocultaba las vergüenzas de aquel sistema deportivo que aparentaba perfección y había elevado a los altares a figuras aún hoy reconocibles como Marita Koch, Jürgen Schult o Gabriele Reinsch, que aún tienen vigentes sus plusmarcas mundiales en 400 metros lisos la primera y lanzamiento de disco los dos últimos.
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Marita Koch

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Al estar tan ligados el deporte y la política, los representantes de la RDA con mayor éxito en los JJ. OO. recibían un trato preferencial por parte de las autoridades, muy alejado del de la ciudadanía de a pie. La caída del Muro de Berlín empezó a descubrir este trato de favor, en el que un campeón de decatlón como Christian Schenk (oro en Seúl’88) recibió un sobresueldo de 35 000 marcos (18 000 euros), una cantidad que sobrepasaba con mucho los mejores sueldos anuales en el país. La Unión de Deportes y Gimnasia Alemana manejaba un monstruoso presupuesto de 600 millones de dólares, como reseñaba The New York Times en un reportaje escrito un mes después de la caída del muro.
A medida que los escándalos financieros se iban descubriendo, muchas autoridades decidieron no hacer frente a sus responsabilidades durante los años de aquella barra libre de corrupción. Sirva como ejemplo Franz Rydz, vicepresidente económico del comité olímpico, que se suicidó en el lago de un centro de entrenamiento cuando le descubrieron 300 000 marcos de la Alemania Occidental en su escritorio, una moneda que estaba prohibida en el Berlín oriental.
La corrupción fue la primera contraparte del éxito deportivo de la RDA en salir a flote, pero aún tuvieron que pasar varios años más para que surgiera un reverso aún más monstruoso de aquel gigante: el dopaje de estado. Las más de 500 medallas obtenidas entre 1968 y 1988 se consiguieron a un alto precio, con deportistas que comenzaron a consumir esteroides de forma sistemática desde edades tempranas. De este modo, el halterófilo Roland Schmidt desarrolló senos fruto del abuso de sustancias, mientras que a la lanzadora de peso Heidi Krieger la testosterona le arrebató su feminidad, llevándola a optar por un cambio de sexo ante los notables cambios que había sufrido su organismo, pasando a ser Andreas Krieger.
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Andreas Krieger

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Los ejemplos de la destrucción del dopaje sistemático de la RDA son numerosos y todos tienen en común el uso del esteroide Oral-Turinabol, una pastilla azul que potenciaba de forma exagerada el rendimiento deportivo, así como una terrorífica lista de efectos secundarios: posibilidad de sufrir infertilidad en las mujeres, crecimiento desmesurado del vello, cáncer de mama, problemas coronarios o cáncer testicular en los hombres. En 2005, 193 deportistas de Alemania Oriental denunciaron a la farmacéutica Jenapharm, proveedora del Oral-Turinabol. Jenapharm rechazó ser la responsable y culpó a las autoridades políticas del bloque comunista por facilitarle los esteroides a los deportistas. Tras el juicio, cada deportista recibió 10 400 euros como compensación. Un año después, el comité olímpico alemán anunció que 167 atletas de la antigua RDA recibirían 9 250 euros cada uno por los perjuicios causados en aquellos años de dopaje de estado.
Werner Franke, miembro del Consejo Alemán de Ciencia, recibió en 1990 las grabaciones de la Stasi, el órgano de inteligencia de la RDA, en las que hay suficientes muestras de que el dopaje masivo fue una realidad en aquellos años de locura desenfrenada por la gloria olímpica. En ellas hay registros de que Marita Koch, el icono más vívido de aquella Alemania Oriental, recibió hormonas masculinas de forma recurrente entre 1981 y 1984. Koch siempre negó haberse dopado, y en 2014 hizo unas declaraciones al respecto al periodista de la BBC Ed Harry: “Tengo la conciencia limpia. Sólo puedo repetirme a mí misma… Nunca di positivo, nunca hice nada que no debiera hacer en aquel tiempo”. Muchos deportistas de la RDA solicitaron tras hacerse público el dopaje de Estado que se retiraran sus plusmarcas de los libros de récords, pero los 47.60 segundos de Koch siguen siendo la marca a batir en los 400, desafiantes al paso del tiempo, desde 1985. El Muro de Berlín cayó hace 30 años, pero siguen quedando huellas de aquel deporte de la RDA tan poderoso en los escenarios de la época como tétrico en sus bambalinas.
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