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Dixie Dean, Dios del Everton

Rubén Uría

Publicado 28/05/2015 a las 16:57 GMT+2

Ni Gary Lineker, ni Cliff Bastin, ni Peter Osgood, ni Ian Rush, ni siquiera Jimmy Greaves o Bobby Charlton. Ningún inglés ha conseguido marcar la friolera de 60 goles en un solo campeonato.

Eurosport

Fuente de la imagen: Eurosport

El hombre que consiguió ese récord insuperable se llamaba William Ralph Dean, aunque era más conocido como Dixie Dean. En la temporada 1927-28, Dixie fue una máquina imparable de hacer goles y logró anotar la mágica cifra de 60 tantos en 39 partidos con el Everton. A día de hoy, nadie ha conseguido acercarse, ni por asomo, a esas cifras. Dean, un pistolero del área que sorprendentemente sigue siendo un desconocido fuera de Inglaterra, es el segundo máximo goleador de todos los tiempos en la Premier League, por detrás de Arthur Rowley(419 goles en 600 encuentros). Por su parte, Dixie Dean, el delantero del Everton, dejó unos números más propios de un extraterrestre que de un ser humano: 349 goles en 399 partidos. Pero detrás de todas esas cifras, esos registros mareantes y esos goles imposibles, la figura de Dixie Dean, hoy desconocida para la mayoría de la opinión pública, fue gigantesca en la década de los veinte y los treinta. Su apodo de Dixie - que nunca acabó de gustarle- fue un nombre de guerra con el que le etiquetaron los aficionados, debido a su complexión oscura y su pelor rizado de color negro, características propias de afroamericanos del sur de Estados Unidos. Dixie, que siempre prefería que le llamaran simplemente Bill, no sólo brillaba como un delantero centro soberbio, como una máquina imparable de golear, sino que destacaba por ser un tipo con un carisma excepcional, despertando admiración allá donde fuera. Dean se convirtió en algo más que un simple futbolista cuando, según la leyenda, se negó a saludar a Adolf Hitler, el Führer, durante una gira estival por la Alemania nazi. También fue la portada de todos los diarios norteamericanos cuando la gran estrella del béisbol, el bateador Babe Ruth, viajó hasta Londres sólo para estrechar la mano del gran Dixie. Además, sólo Dixie Dean logró pasar a la historia del fútbol en Hampden Park por un hecho sin precedentes. Después de que finalizara un Escocia-Inglaterra, el público escocés coreó su nombre y le obligó a salir al césped después del choque para tributarle una cerrada ovación. Así de admirado era Dixie Dean, un goleador con un corazón de oro y una cabeza prodigiosa. Bill Shankly, Biblia del fútbol inglés y a la sazón, entrenador del Liverpool- encarnizado rival del Everton - no dudó en definir qué significó la figura de Dixie Dean en Inglaterra. Según Shankly, "Dixie Dean fue, al fútbol, lo que Mozart a la música".
El señor y la señora Dean llevaban casi quince años casados, tenían cuatro niñas y vivían en una modesta casa de Birkenhead. Su primer y único hijo varón nació un 22 de enero de 1907, y los Dean bautizaron a aquel renacuajo como William Ralph Dean. El primer varón de la familia Dean, según testimonios de la época, no tuvo una infancia demasiado placentera. Su padre era maquinista de trenes y pasaba poco tiempo en casa, mientras que su madre, que llegó a vivir hasta los noventa años, estaba demasiado ocupada en las labores domésticas y en sus cuatro hijas. Quizá por eso el pequeño William fue enviado con sólo once años a una escuela a las afueras de la ciudad, donde empezó a conocer los secretos de un deporte que causaba furor en Inglaterra, el football. Para ganarse algún dinero mientras estudiaba, William aceptó un trabajo como ayudante del lechero del barrio, así que se vio obligado a levantarse cada día a las cuatro de la madrugada, para levantar pesados bidones de leche e ir repartiendo la mercancía por las casas. Un trabajo que, a posteriori, sería fundamental para conseguir que el hijo de los Dean desarrollara una condición física extraordinaria. Cuentan que, precisamente mientras trabajaba como ayudante del lechero, su padre quiso meterle en la sangre el veneno por la pelota, y decidió llevarle al estadio del Everton. Padre e hijo acudieron al campo, y el menor de los Dean acabó tan entusiasmado con aquel equipo que decidió hacer un juramento de amor eterno. "Padre, algún día jugaré en el Everton".
A partir de ese día, William Dean se aplicó en el fútbol, y comenzó a destacar como un delantero de muchísima potencia física, cuya gran característica era el remate de cabeza. Con apenas 16 años, William Dean, al que ya conocían en el barrio como Dixie por sus rasgos de color , fichó por el Tranmere Rovers, que militaba en la Third Division y que se convertía en su primer equipo. Allí pasó un par de temporadas fogueándose y puliendo su entonces rudo estilo en el remate. Con la camiseta del Tranmere anotó 30 goles, cifras que llamaron la atención del Everton, un equipo que andaba buscando un delantero de garantías. Así que en 1925, cuando Dixie Dean tenía sólo 18 años, llegó su gran oportunidad El Everton decidió rascarse el bolsillo a base de bien y depositó la cifra récord de 3.000 libras esterlinas por su fichaje. Tal y como le había jurado a su padre, William Ralph Dixie Dean ya había cumplido su sueño, jugar en el Everton. A finales de esa campaña, llegaría a disputar siete partidos y anotaría dos goles en su equipo de toda la vida. Sin embargo, en la siguiente temporada, la de 1925-26, Dixie Dean destapó el tarro de las esencias y mostró todo lo que llevaba dentro. En 38 encuentros, Dixie había dejado su firma en la portería contraria en 32 ocasiones. Con aquellos registros el mismo año de su debut, Dixie se convertía en el gran ídolo de la afición del Everton. Dean tenía carisma, potencia y un remate de cabeza poderosísimo, que llegó a perfeccionar gracias a un duro entrenamiento diario realizado con balones medicinales, junto a su compañero y amigo Tommy Lawton.
Pero en junio de 1926, sólo unos meses después de su fichaje por el Everton, la carrera de Dixie Dean estuvo a punto de acabar. Dean decidió pasar las vacaciones junto a su novia al norte de Gales, y en mitad de ese periodo de asueto estival, sufrió un grave accidente de motocicleta en la carretera de St. Asaph. Dixie presentaba heridas gravísimas cuando llegó al hospital, y los médicos muy pronto advirtieron que el bueno de Dixie tenía la mandíbula rota, una fuerte contusión en las costillas y una fractura de cráneo. Ante ese cuadro clínico, los doctores dejaron meridianamente claro que la carrera futbolística del delantero del Everton había finalizado con ese accidente de motocicleta. Pero los galenos andaban muy equivocados. Dixie se recuperó de sus heridas, mejoró de la mandíbula y entonces los doctores encontraron una solución para el cráneo del delantero centro del Everton. Le insertaron unas placas de metal en la cabeza para reparar su fractura craneal y, en apenas unos meses, Dixie Dean se restablecía de manera admirable. No sólo había recuperado su salud y podía volver a hacer una vida normal, sino que Dean anunciaba que volvía a los terrenos de juego para seguir marcando goles. Milagrosamente, Dixie Dean volvió a jugar y volvió a convertirse en una máquina de golear. Seguía disparando misiles con la pierna derecha, y seguía rematando de cabeza de manera imparable para los porteros, hasta el punto de que muchos periodistas bromearon y llegaron a decir que su secreto estaba consistía en su famosa fractura de cráneo, ya que "con esas placas en la cabeza, se remata aún más fuerte". El caso es que Dixie Dean, a su regreso en 1927, anotó goles cruciales y su decisivo en la conquista del campeonato para el Everton.
Después, Dixie Dean regaló al fútbol un rosario de goles y cabezazos inapelables. En la temporada 1927-28 consiguió el récord goleador de todos los tiempos en la liga inglesa, anotando 60 goles (sesenta, para y pasa) en sólo 39 encuentros. En la 1928-29 marcó 26 en 29 partidos, en la 29-30 firmó 23 en 25, e incluso cuando su Everton descendió de categoría, el bueno de Dixie fue decisivo en el ascenso, al convertir 39 tantos en 37 encuentros disputados. Y en la temporada siguiente, con su Everton ya en división de honor, Dean volvería a estremecer al Reino Unido descargando otra tormenta goleadora que llevaría al título a su equipo, con 45 tantos en 38 partidos. Con 399 partidos en las piernas y 349 muescas en su revólver de pistolero del área, Dixie Dean abandonó el Everton en el año 1937. Fatigado y hasta saturado de tanto gol, con un físico venido a menos y una edad avanzada, Dixie acabó dando tumbos en varios equipos de menor enjundia, como el Notts County, el Sligo Rovers y el Hulls FC, donde acabó colgando las botas en 1939.
Lejos de los vestuarios, del olor a linimento y de la gloria de sus goles, Dixie Dean pasó el resto de sus días como dueño de un pub en Chester, que llegó a tener bastante éxito en los años cuarenta, ya que eran muchos los aficionados curiosos que solían darse cita allí para tomarse una pinta de cerveza y poder ver de cerca al mejor jugador de la historia del Everton. Aquel pub, llamado 'The Dublin Packett' llegó a ser uno de los lugares más frecuentados de la zona por aquellos años, y durante cierto tiempo, esa fue una de las etapas más felices de la vida del gran goleador toffee. Sin embargo, en 1974, la muerte de su esposa fue un golpe demasiado duro para el bueno de Dean, que nunca llegó a superar el hecho de separarse de la que hasta entonces había sido, junto a la pelota, su más fiel compañera. Ese fue el inicio de una época dolorosa, en la que Dixie tuvo problemas financieros, abandonó el pub e incluso tuvo que ser ayudado económicamente por el club, para poder sacar adelante a su hija Bárbara. Todo se complicó más de la cuenta cuando Dixie Dean sufrió una trombosis en 1976, y los médicos se vieron obligados a amputarle la pierna derecha - aquella que disparaba misiles en los campos de fútbol- para poder salvarle la vida. Cuatro años más tarde, William Ralph Dean, Dixie Dean, fallecía de un infarto en Goodison Park, el estadio que siempre fue su casa. A su funeral acudieron miles de aficionados y de ilustres del fútbol británico. Bill Shankly, el genio del Liverpool, honró la memoria de Dean con unas curiosas palabras hacia todos los que allí se dieron cita. "Sé que éste es un momento triste, pero creo Dixie Dean estaría feliz si supiera que a su funeral han acudido muchos más de los que suelen acudir a un partido del Everton cada sábado. Fue muy grande, como persona y como delantero."
A día de hoy, algunas productoras británicas planean el estreno de "Dixie, La leyenda del pueblo", una película sobre la vida de Dean. Pero, por si acaso esa película nunca llegara a estrenarse, un humilde consejo. Compre un billete de avión con destino Londres. Agarre un taxi o alquile un coche con dirección a Liverpool. Marche en dirección a Goodison Park y haga parada y fonda en el estadio del Everton. Una vez allí, levante la vista. Se topará con una gigantesca estatua esculpida en bronce. Se trata de una réplica de Dixie Dean después de marcar un gol al Arsenal, con el balón bajo el brazo. Si se acerca mucho a la estatua, y si usted retira algunos ramos de flores colocados a los pies de la estatua, quizá pueda leer la inscripción que hay grabada en la piedra: "Dixie Dean:Footballer, Gentleman, Evertonian." Después, pregunten quién era ese tipo. Merece la pena, créanme.
por Rubén Uría / Eurosport
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